En este artículo defiendo la hipótesis, ratificada en miles de casos clínicos reales resueltos con éxito, de que toda conducta compulsiva, o descontrolada, o adictiva, en definitiva todo aquello en que cualquier persona nos podemos sentir atrapados y que resulta contrario a lo que de verdad sentimos o pensamos que nos gustaría hacer, desde hincharme a frutos secos cada noche, hasta hacer más deporte del que ya percibo que sería razonable, pasando por fumar o ser incapaz de pasar una tarde sin las dos cervezas de turno; cualquiera de esas conductas están, en el fondo, aliviando un tremendo malestar interior que no hemos aprendido a sostener y del que necesitamos evadirnos.
Tras ese malestar, en no pocas ocasiones, encontraremos una ausencia de sentido vital, una sensación profunda de motivación intrínseca, y que, por supuesto, varía enormemente de un Ser humano a otro, pues en el interior esencial de cada uno, en cada una de las individualidades enterradas por miles de capas de exigencias sociales, culturales, etc., que acaban formando la personalidad , yace el núcleo auténtico.
Algunas tradiciones espirituales, como el Sufismo o los primeros Padres del Desierto, enseñaban que Dios entregaba a cada Ser al nacer un Don, una Virtud, y que la vida de ese Ser consiste en una búsqueda constante de la materialización de ese Don, y ese acercamiento es la única vía real de realización de esa persona, sólo cuando la persona alinea su pensar, su sentir y su actuar en coherencia con esa realización obtendrá la Paz y la Salud.
¿Tiene sentido en nuestras vidas esa búsqueda de Sentido?
Yo creo que sí… Y esa es la posición teórica desde la que abordo cualquier desequilibrio que se manifiesta con una adicción o con cualquier tipo de conducta compulsiva.
Francisco Javier Siles
Psicoterapeuta y experto en Medicina China